El 1 de mayo, Jorge Astroga (27) pasó la madrugada más dura de su vida. Volvía a casa, cuando fue capturado por agentes de Infantería y policías de Río Gallegos. Se burlaron de su orientación sexual y lo golpearon hasta fisurarle costillas, quebrarle el maxilar y asentar hematomas por todo su cuerpo.
La denuncia por violencia institucional está a cargo de la jueza Marcela Quintana en el juzgado de instrucción número 1. Además la delegación del INADI de Río Gallegos solicitó la apertura de expedientes para los policías violentos. Actualmente, los violentos ejercen su cargo con normalidad en las fuerzas de seguridad.
“Viví un infierno” así describió Jorge su paso por la comisaría sexta de Río Gallegos. Tiene 27 años, aquél 1 de mayo mientras volvía de la casa de su madre vio frenar una trafic negra de Infantería de la que bajaron oficiales encapuchados. Sin explicaciones, lo subieron al vehículo y lo llevaron a la comisaría.
Esposado e inmovilizado, Jorge fue arrastrado por los pelos hasta el fondo de la seccional, donde unos diez uniformados lo golpearon toda la noche. Los gritos e insultos de los oficiales versaban sobre su modo de ser, vestir y hablar. La música fuerte a niveles exacerbados también era un condimento que hacía al festín de la tortura del odio.
La amenaza de la violación carcelaria era otro puñetazo recurrente, en la que le advertían que se prepare para afrontar abusos sexuales de otros presos.
Ese día en el camino a la comisaría, Jorge perdió sus zapatillas y medias. Al llegar, le sacaron los aros de cada oreja. Le pidieron datos personales con insistencia y le negaron el derecho del llamado telefónico a su familia, así también de ir al baño de la seccional.
Le hicieron firmar documentos a la fuerza
“Estaba sentado en una silla, llegó el jefe de turno y me dijo que debía firmar unos papeles. Les dije que no, entonces uno de Infantería me tiró de la silla y me patearon en el suelo. Uno de ellos me presionaba los pies, otro la espalda y otro me ahogó en el cuello con su borcego hasta dejarme sin aire. Accedí a decirles mi nombre y firmé los papeles, eran cuatro”, explicó Jorge.
Luego de la paliza, los oficiales lo llevaron a una celda donde había dos personas detenidas por incumplir la cuarentena. Todo el tiempo previo a esa prisión compartida, le hicieron creer que lo llevarían a prisión para que lo violen.
“En el trayecto al calabozo me amenazaron con que me iban a llevar con otros presos para que me violen. Pensé que iba a suceder. Pero sólo había dos personas detenidas por incumplir la cuarentena. Estaban demoradas, las habían tratado bien”, detalló.
Revictimización: a denunciar a la misma comisaría
Hay una idea de “volver a pasar por el lugar” que nos hiere al revivir situaciones del horror. Jorge pasó toda la noche en la comisaría sexta golpeado, descalzo y muerto de frío. Cuando volvió a dormir a su casa, su cara se hinchó y acudió al Hospital Regional de Río Gallegos.
Luego de estudios, placas y exámenes, los médicos le enseñaron que tenía una fractura de maxilar, costillas fisuradas y hematomas en todo su cuerpo. Al salir, fue a denunciar al Comando 101 pero no sólo no le tomaron la denuncia, sino que lo maltrataron. “Me dijeron que no tomaban denuncias, que tenía que volver adonde habían sucedido los hechos. Yo no quería cruzarme con el turno y revivir todo”, explicó
Cuando llegó a la comisaría, el jefe de turno le dijo que desconocía lo que había ocurrido en la noche. “Me dijeron que como mucho me correspondía un acta o demorarme, y me sugirieron que esperara uno o dos meses, porque esto tarda un montón. El tiempo pasó y no recibí respuesta. Esperaba alguna sanción o sumario para quienes están en esas fuerzas, pero siguen trabajando con total normalidad”.
El martes por la tarde, organizaciones de derechos humanos y disidencias se movilizaron en Río Gallegos para acompañar a Jorge en su denuncia contra las fuerzas de seguridad.