Desde 1989, la Semana de la Dulzura se consolidó como un evento cultural que trasciende lo comercial, promoviendo la amistad, la empatía y la solidaridad. Sin embargo, en 2025, regalar un chocolate o unas gomitas puede representar un esfuerzo económico significativo, en un contexto marcado por la pérdida del poder adquisitivo y el alto costo de vida en Argentina.
La Semana de la Dulzura se convirtió en un clásico argentino que, cada invierno, impulsa el intercambio de golosinas entre amigos, familiares, parejas e incluso compañeros de trabajo. Esta costumbre, cercana al Día del Amigo (20 de julio), suele estar acompañada por campañas publicitarias, publicaciones emotivas en redes sociales y acciones solidarias promovidas por empresas y organizaciones civiles.
Con el paso del tiempo, el evento evolucionó: lo que comenzó como una campaña comercial es hoy una fecha arraigada en suelo argentino. Muchas marcas aprovechan esta semana para lanzar promociones, y también se suman iniciativas comunitarias que buscan llevar dulzura a sectores vulnerables.
No obstante, este 2025, los argentinos enfrentan una dura realidad económica. Aunque la inflación acumulada interanual a mayo alcanza el 43,5%, y solo en ese mes fue del 1,5% según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), con datos muy por debajo de lo registrado en 2023, el encarecimiento del costo de vida repercute directamente en el bolsillo de cada personas.
¿Cuánto cuesta regalar dulzura en 2025?
Los precios de las golosinas reflejan claramente la realidad económica del país, marcado por la estabilización del índice inflacionario pero con un costo de vida muy alto. Para muchos argentinos, regalar un simple chocolate puede significar una inversión considerable, en especial si se busca comprar productos de marcas tradicionales o importadas.

En supermercados como Carrefour, una caja de bombones Ferrero Rocher de 100 gramos cuesta alrededor de $7.650 en góndola, aunque puede adquirirse por $6.990 en la tienda online. Mientras tanto, un chocolate Milka de 50 gramos importado desde Brasil cuesta $3.950 en góndola, aunque pueden encontrarse promociones de 2×1 que reducen el precio individual a $1.975.
Los alfajores, otro clásico del consumo argentino, tampoco escapan a los precios elevados. Un pack de seis alfajores Terrabusi glaseados cuesta $5.550, mientras que uno de Jorgito mini ronda los $3.400.
Las gomitas, por su parte, oscilan entre los $1.300 y los $3.000, dependiendo del tamaño del paquete y la marca. En tiendas virtuales, los sobres más pequeños arrancan desde los $420.

Las diferencias entre comprar en tiendas físicas y virtuales son notables, aunque no siempre representan un ahorro. Por ejemplo, en tiendas virtuales que no son de grandes cadenas de supermercados un paquete de Mantecol de 111 gramos puede costar hasta $3.500, mientras que una caja de bombones de fruta Mogul de 500 gramos alcanza los $9.000.
Dulces importados: un lujo para pocos
La reciente apertura de las importaciones también impactó en el mercado de golosinas. Cada vez es más común encontrar productos importados que, si bien amplían la oferta, también elevan el rango de precios a cifras poco accesibles para la mayoría de los consumidores.
En tiendas virtuales especializadas, una caja de chocolates “Chocly Blanco” importados desde Dubái de 175 gramos puede alcanzar los $24.000. Un chocolate Snickers cuesta alrededor de $6.900, y un paquete de marshmallows marca Bunny de apenas 85 gramos se vende por $12.000.
El costo de vivir (y regalar) en Argentina
En este contexto, el simple acto de regalar una golosina se vuelve representativo de una realidad más compleja: el encarecimiento de la vida cotidiana en Argentina. Según el Indec, una persona adulta necesita $161.903 al mes para no caer en la indigencia, mientras que el umbral de pobreza se ubica en $359.425. Para una familia de cuatro integrantes, estas cifras ascienden a $500.281 y $1.168.132 respectivamente.
A pesar de las dificultades económicas, la Semana de la Dulzura se mantiene como una oportunidad para compartir afecto. Muchas personas optan por aprovechar las promociones, buscar golosinas más accesibles o incluso reemplazar el regalo material por un mensaje, una carta o un pequeño gesto que conserve el espíritu de la tradición.