En medio de la emergencia por femicidios, Facebook se tiñó de violenta con fotos de perfil de integrantes del movimiento, y “aliados” políticos cis género. Ante la infantilización y el postulado de “cuidar” a la mujer, invocamos a la Woolf para retrucar el mansplaining.
El mes de septiembre inició con cuatro femicidios, Ludmila Pretti (14) en Buenos Aires, Yanina Montes (36) en Chubut, Dora Hidalgo (67) en Mendoza, y Cesia Reinaga (20) en Jujuy. Según las estadísticas del observatorio Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá), hasta la fecha se contabilizaron 188 asesinatos por violencia machista.
A 30 años del femicidio de María Soledad Morales, el recrudecimiento del alerta feminista y la calidad de emergencia en materia de género atravesaron los algoritmos de Facebook, para instalarse en publicaciones de múltiples compartidos y plantillas de onda violeta en señal de lucha.
El “Nací para ser libre y no asesinada” se masificó como marco de Facebook en perfiles feministas rápidamente, como pedido de justicia por el femicidio de la joven Ludmila Pretti y las demás asesinadas en lo que va del año. Casi a la par, hombres cis género adaptaron la consigna a una plantilla propia, con el aparente propósito de justificar su existencia en el mundo a partir de un “Nací para cuidar a la mujer, no para violarla ni matarla”.
La violencia de género se entiende como ataque político en tanto atraviesa múltiples esferas de la vida de la mujer. Por la ley 26.485 entendemos que puede ser violencia psicológica, física, sexual, económica, simbólica y política. La violación y en última instancia el femicidio, se comprenden como actos de violencia expresiva, en tanto buscan perpetuar la dominación masculina a través de un mensaje fatal y cruento, escrito en el cuerpo de las mujeres.
El aporte teórico de estudiosas como Rita Segato y Diana Scully, nos permitió hace tiempo comprender la necesidad de identificar la violencia machista en sus múltiples aristas a los fines de erradicarla. En un contexto que acusa una muerta cada 29 horas, la limitación de su aplicación a ámbitos físicos y sexuales puede resultar fatal.
Resulta cómico cómo en tiempos de crisis moral recrudece la figura del “varón aliado” cis-género, surgido casualmente tras el advenimiento de los nuevos movimientos sociales y la repolitización de las juventudes. La cultura pop del “no te quedes atrás” o peor -“sin levante”-, motivó a algunos a identificarse y simpatizar con consignas que parecen no haber comprendido del todo.
Entre los nuevos defensores de las mujeres que atestaron las redes sociales, se destacó la figura del diputado puntano Juan Pablo Funes Bianchi, quién lució la cuestionada plantilla en su foto de perfil. Debemos ironizar que pese a que la aclaración nos alegra, la expectativa electoral depositada en un funcionario radica en la promoción de políticas de inclusión, y no en la infantilización de las mujeres o un reductio ad unum de la violencia.
En realidad, el disfrute del movimiento radica en que -entre otras cosas- los feminismos nos invitan a repensar los roles sociales asignados en razón de nuestro género. La crítica al amor romántico y el cuestionamiento de viejas estructuras amatorias, trastabillan la idea de la doncella dependiente, destinada a ser rescatada por un varón que protege sus complejos de masculinidad en alguna armadura oxidada.
Toda una crianza histórica en un sistema patriarcal, definido por la desigualdad de oportunidades en el acceso a la educación y al conocimiento, no sólo acarrean hasta la actualidad consecuencias como la inminente feminización de la pobreza, sino el efecto fatal de la desvalorización de nuestra vida y nuestra reducción a objetos de temprana caducidad.
Ya en 1928, Virginia Woolf enumeraba desde su cuarto propio los intermitentes obstáculos que las mujeres debíamos sortear para acceder a las mismas oportunidades que nuestros “protectores” masculinos. Hasta la actualidad, contamos con dificultad con nuestro reconocimiento en ámbitos científicos junto al trabajo de cuidado doméstico y la maternidad, como esferas a contemplarse dentro de los requisitos para oportunidades laborales y académicas futuras.
En un mundo hecho por y para varones cis género, que libra su desguace violento contra mujeres y disidencias, reiteramos que no solicitamos más que las políticas públicas acordes a la igualdad de oportunidades, a la erradicación de la violencia institucional y a la libertad para elegir sobre nuestros cuerpos. No pedimos más que el cese de nuestra sexualización, infantilización y desmedro. Y por último, finalmente les decimos que no. Ni las mujeres nacimos para ser más que libres, ni ustedes nacieron para cuidarnos.